sábado, 17 de marzo de 2012

" ... repitió el Principito para no olvidarlo ..."

“Adiós” dijo el Principito. “Adiós” respondió el zorro. “He aquí mi secreto. Es muy simple. Sólo se ve con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”. “Lo esencial es invisible a los ojos” repitió el Principito para no olvidarlo… . (Antoine de Saint-Exupery).  
“La humanidad tiene una función esencial en el gran diseño del universo, y de su realización en el tiempo”, a esto lo descubrimos cuando comenzamos a intuir la integridad e inmortalidad del individuo.
La conciencia es limitada, pero el conocimiento eterno. El cerebro es temporal, la mente eterna. Ser consciente y perceptivo es temporal y limitado. La comprensión y el saber son eternos. Los niños pequeños saben esto intuitivamente, por eso Saint-Exupery pone en la boca de un niño esta gran verdad.
Deberíamos encontrar lo esencial de nosotros mismos, para poder captarlo en los otros y ayudarlos a descubrirlo.
Los docentes por allí dividimos al “aprendiz” en pedacitos, según sus manifestaciones externas; el fonoaudiólogo dice que “este niño no escucha bien”, la nutricionista que “esta niña está mal alimentada”, el neurólogo,  que “habrá que hacer estudios”, el psicopedagogo “que éste tiene un problema de aprendizaje”. “Si la única herramienta que tienes es un martillo, tenderás a tratar todo como si fuera un clavo”.
Ante el “niño problema” está la mamá que lo ve integralmente, pero muy pronto los “profesionales” la convencen de que no es así.
Perdemos de vista su maravilla potencial. Vemos con los ojos, perdimos lo esencial. Quizás el niño o la niña sea eso que ellos ven, ¡pero es mucho más también!. Si queremos ver al verdadero niño tendremos que verlo como el compendio de muchas cosas, también las invisibles. Por todo esto aceptamos que “Sólo se que no se nada” y ¡oh maravilla! nos convertimos también yo, y nosotros en “aprendiz”.  
Para ello debemos “desprogramarnos”, porque nuestros sentidos nos limitan, el sistema nervioso central, nuestras categorías personales y culturales, el lenguaje, y encima las reglas de la ciencia nos hacen seleccionar aún más la información que consideramos “verdadera”.
Desprogramarnos del “ego”: “Sal de ti mismo, pon tu ego sobre la mesa y déjalo allí”, “El Ego es ese mentiroso que se hace pasar por ti, levanta altas murallas para protegerse, cualquier cosa que la personalidad encerrada en el “ego” no ve como real, el muro no la deja pasar, transitamos por la vida viendo lo que queremos, ver, oyendo lo que queremos oír, oliendo lo que queremos oler y todo lo demás permanece invisibilizado, pero las cosas están ahí, para verlas lo único que hay que hacer es dejarlas entrar, tocarlas, paladearlas, masticarlas, abrazarlas, experimentarlas tal como son, no como nosotros deseamos que sean”. En parte, somos un poco de todo esto, ¡pero somos también mucho más!.
El yo esencial, el nuestro, docente “aprendiz” y el del “aprendiz”, eso es inmortal e infinito. Los libros de la sabiduría son muy breves, porque nos transmite lo esencial. ¿Un rastro para seguir?, ¿un “primer paso”?. Comiencen por asombrarse y maravillarse, de despertarse, del amanecer y del crepúsculo; saborear y masticar lentamente, abran la mente y el corazón, abracen a todos, hablen con el extraño, en el colectivo, en el avión, en la calle, tomen conciencia de todo y ante todo del misterio de la vida, contemplen, a lo que del mundo nos viene … (Leo Buscaglia)…
“Contemplen el “iceberg” de las cosas reales, pero aceptemos que vemos el 10 por ciento, el 90 está oculto y hay que descubrirlo con otros ojos” tomemos de a poco conciencia de que:  No somos seres humanos teniendo una experiencia espiritual. Somos seres espirituales teniendo una experiencia humana”. (Pierre Teilhard de Chardin). “Lo esencial es invisible a los ojos” repitió el Principito para no olvidarlo …

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